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25 oct 2024
Acciones del Colegio
El ictus es la segunda causa de muerte en España y la tercera de discapacidad a nivel mundial. Cada año, 120.000 personas lo sufren en nuestro país, y alrededor de 25.000 pierden la vida.
La enfermera es el profesional sanitario de referencia en materia de prevención y promoción de la salud y, en este 29 de octubre, Día Mundial del Ictus, este rol está más que justificado.
En este sentido, Silvia Morel, supervisora de Neurología y Unidad de Ictus del Hospital Ramón y Cajal y vocal de Comunicación y de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Enfermería de Neurología (SEDENE), destaca la importancia de una rápida detección de los síntomas de un ictus puesto que el tiempo es un factor decisivo para salvar la vida del paciente y minimizar secuelas.
Morel hace referencia a cuatro síntomas: “Alteraciones visuales (visión borrosa, doble o pérdida); alteraciones del lenguaje tanto para elaborar un mensaje como comprenderlo; alteraciones de la fuerza o de la sensibilidad de alguna extremidad; y a veces pero no siembre, dolor de cabeza.
Pero es muy importante indicar que estos síntomas aparecen de forma brusca y repentina, ya que esta característica es propia del ictus.
Esta enfermera indica también que si nos encontramos con una persona que está sufriendo un ictus, se trata de “una emergencia” al mismo nivel por ejemplo que un infarto de miocardio. Por eso señala que lo primero que hay que hacer es proteger al paciente, tumbarle (si puede ser con la parte del cabecero elevada) y llamar al 112. “En el ictus a los pacientes no se les lleva al hospital, sino que ha de llevarlos la ambulancia”. Esto es básico porque es necesario hacer una elección correcta del centro de destino.
Silvia Morel recuerda que un ictus, es “una emergencia” al mismo nivel que un infarto de miocardio.
Aunque el ictus suele asociarse más a las personas mayores, Silvia Morel alerta que están percibiendo cada vez una mayor prevalencia e incidencia en pacientes jóvenes “tal vez por el estilo de vida, por la falta de sueño, el estrés, los hábitos tóxicos, se ha disminuido la vigilancia de los factores de riesgo etc.".
“La buena noticia es que el ictus se puede prevenir”, trata de tranquilizar. Y puede hacerse “controlando factores de riesgo como la dieta, haciendo ejercicio, bajando el nivel de estrés, controlando el colesterol y la tensión arterial y evitando hábitos tóxicos”.
Por último, Silvia Morel hace un llamamientos para que los ciudadanos acudan a su enfermera de Atención Primaria para ampliar información y que pueda monitorizar el cumplimiento de estas medidas.
¿Por qué es fundamental la figura de la enfermera para la evolución de los pacientes que han sufrido un ictus? Silvia Morel lo tiene claro: “Tiene competencias específicas de detección precoz de síntomas que pueden estar enmascarando una complicación, y esto es importante en una patología como esta que es tiempo dependiente”.
Además, añade que “aplica cuidados específicos de pacientes de Neurología porque en estas unidades aplicamos protocolos de monitorización de variables como la glucosa, la tensión, la temperatura, que nos permiten tomar decisiones para que su estado no se complica”.
Por último, “hacemos una valoración neurológica a través de una escala que nos permite ver si el paciente fluctúa o no y determinar cómo está evolucionando”.
Respecto a la formación recibida, reconoce que gran parte está basada en la práctica habitual, pero matiza que en su centro, el Hospital Ramón y Cajal, ofrecen formación anual dirigida exclusivamente a enfermeras de Neurología; y desde SEDENE también ponen a disposición de las enfermeras recursos formativos.
La vida me cambió en un instante, cuando tenía tan solo 39 años. Sufrí un ictus y ya nada volvió a ser igual. Estuve 33 días en coma y cuando desperté no entendía nada. Lo que para mí había sido un segundo dormida, para mi familia, mi pareja, mis amigos, fue una eternidad. De repente, mi vida y la de mi entorno cambiaron radicalmente. Salí de la casa familiar con 20 años y tuve que regresar con 40 porque necesitaba la ayuda de mi madre para todo. Después, cuando pude volver a mi propia casa, mi novio tuve que venir conmigo porque seguía necesitando ayuda”.
Sonia González es la responsable de Inclusión de la Fundación Freno al Ictus, y desde hace 5 años, convive con las secuelas que le dejó.
Sonia González: "el ictus lo más fuerte que me ha pasado, pero me ha enseñado muchas cosas, y el crecimiento personal que he tenido en estos cinco años, equivale al que hubiera tenido en toda mi vida".
“Estuve ingresada en el Hospital Universitario Ramón y Cajal, y durante los casi tres meses que estuve allí, las enfermeras fueron mi familia, les tenía mucho cariño. Ellas me salvaron la vida, y cuando salí del coma, cada día me acompañaban cuidándome.
No recuerdo sus nombres, pero si sus caras, las de todas ellas. A alguna me la he encontrado por la calle y las he reconocido”.
Una de las secuelas que le ha quedado es que ya no tiene tanta memoria para recordar los nombres como antes. “También padezco afasia y tengo secuelas en un brazo y una pierna. Aun así, he tenido mucha suerte -continúa- porque he contado con los medios necesarios para rehabilitarme, pero no todos lo tienen. Un rehabilitación, al principio, puede costar entre 5.000 y 6.000 euros mensuales, y yo sigo rehabilitándome”.
Ella insiste en que el ictus deja secuelas que son para siempre, pero al mismo tiempo, pueden ser una oportunidad. “He mejorado muchísimo en estos 5 años, son mejoras pequeñas, pero hay que ser muy constante y tener mucho tesón”.
Sonia lo vio todo negro al salir del hospital, pero gracias al apoyo de las enfermeras, la familia y los amigos encontró un entorno muy favorable para mejorar.
La Fundación Freno al Ictus también ha jugado un papel importante en esa recuperación. “Cuando esto te ocurre no sabes qué hacer ni dónde acudir y las asociaciones son muy útiles. Nos ayudan con los trámites que tenemos que realizar; ofrecen rehabilitación emocional y nos ponen en contacto con otras personas en nuestra misma situación. Se crean lazos importantes, porque cuando tienes un ictus, encuentras un entorno más empático entre quienes han pasado por lo mismo que tu”.
Coincidiendo con el Día Mundial del Ictus, Sonia manda un mensaje positivo: “es lo más fuerte que me ha pasado, pero me ha enseñado muchas cosas, y el crecimiento personal que he tenido en estos cinco años, equivale al que hubiera tenido en toda mi vida”. Asegura que hay vida después del ictus. Ella, además, ha sido madre hace 14 meses, y su consejo es éste: “simplemente no decaer y permitirte un día malo para salir con más fuerza. Y añade, ante un ictus, no vayas al hospital, llama al 112”.
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