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9 sep 2024
Acciones del Colegio
El presidente del CODEM, Jorge Andrada, escribe un artículo en Redacción Médica donde analiza algunos hitos para entender que Enfermería es la Ciencia del Cuidado y cómo por competencia académica y según la legislación en vigor, puede prescribir.
Hizo falta la escritura para comenzar a fijar buena parte de la historia de la humanidad. Pero vivimos en tiempos fugaces y realidades líquidas, muchos documentos y memorias olvidadizas.
Quizás por eso resulta necesario analizar algunos hitos más próximos para entender que Enfermería es la Ciencia del Cuidado: ella y no otra. Y que, por tanto, las enfermeras, son las facultativas del cuidado con capacidad para diagnosticar y prescribir en el ámbito de su competencia, lo que incluye sin lugar a duda (aunque algunos pretendan generarla) fármacos y productos sanitarios.
Quede claro que, a estas alturas y como Profesión (autorregulada), no estamos pidiendo permiso ni opiniones: nos preocupamos y ocupamos de que las administraciones empleen un recurso sanitario, con diversas especialidades y conducente, como otras, al nivel más alto posible (el Doctorado), en su máximo potencial de conocimiento teorético y fáctico.
Afirmamos contundentemente una realidad que es por competencia académica y según una legislación profesional interconectada con otras, pero en nada dependiente: que Enfermería puede prescribir.
Quizá sea conveniente remarcar, para algunos olvidadizos y temerosos de nuestro desarrollo, algo que debería ser de sobra conocido; y esto es que Enfermería, en España, en Europa y a nivel mundial, tiene reconocido un campo de saber que emana de una competencia educativo-formativa que le proporciona el control y organización propia, con una autorregulación y marco deontológico específicos.
Quizá aquellos temerosos que antes mencionaba y que hoy alzan sus voces y dirigen sus acciones en contra de Enfermería, y por ende en contra de las personas que necesitan proteger y recuperar su salud, no comprendan que a lo largo de los años muchas cosas han cambiado en la realidad que ellos viven, anclada en el pasado: muchas cosas que, como en la historia, tienen que cambiar en los documentos escritos pues el presente es otro.
En primer lugar, por todos es conocida nuestra Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS) donde se reconoce a distintos colectivos implicados en la atención en salud. Concretamente la norma clasifica las profesiones sanitarias en dos grupos: Licenciado y Diplomado, siendo en este último donde se situaba Enfermería. Y afirmo en pasado pues, ante la evidencia actual, es indiscutible que dicha norma requiere modificarse y actualizarse en un sistema educativo universitario donde somos Grado, y por ende deberíamos ser clasificados obligatoriamente como A1, al igual que otras disciplinas: “Bolonia” es la causa.
Un “hecho real” que condiciona una “necesidad real” presente que traslado a quienes tengan en su mano modificar o asesorar dicha modificación a los responsables políticos. Invito a todos estos actores a unirse explícita y públicamente a este propósito de acción que cualquier Enfermera y ciudadano apoyará.
Y es que, como apuntaba, hace más de una década que el conocido como Plan Bolonia equiparó Enfermería, en forma, a otras profesiones estableciendo un currículo académico según se alcancen o no diversos niveles.
Por ello es conveniente recordar que, desde que se comparte un marco europeo para la educación, todas las enfermeras, todas sin excepción, son Grado o nivel MECES 2; ya no existen “licenciados y diplomados” entre las profesiones sanitarias, siendo todos los profesionales de la salud graduados y por tanto debiendo todos ser clasificados como A1. Quizá deba apuntarse que por encima de este nivel existen reconocidos otros dos el MECES 3, al que se llega mediante un Master Oficial o la Realización de una Especialidad, reconocida ministerialmente, y el nivel MECES 4 que se obtiene tras haber superado el anterior y los estudios de Doctorado.
Esta es la realidad de la Enfermera graduada especialista doctora, que debe aguantar que otros profesionales con menor nivel al suyo, desde supuestas atalayas de poder, duden de su competencia para prescribir cuidados: y que en su duda impidan que las personas que lo necesitan reciban una respuesta profesional que debería estar ya desarrollada y que afecta a su nivel de salud.
El miedo es libre, pero en el caso de la prescripción mucho me temo que no es cuestión de miedo, es preocupación por una pérdida de poder dentro del sistema sanitario la que hace que algunos torpedeen lo que, de forma fundamentada y legalmente desarrollada, ya está reconocido desde el mismo grado universitario.
Y es que, efectivamente, la formación en farmacología aparece desde los planes de estudios de Grado, tal como recoge la Orden CIN 2134/2008, y con igual o mayor número de créditos que otras profesiones sanitarias a las que no se discute la prescripción farmacológica, ya sea Medicina, Odontología o Podología. Precisamente, esta última profesión surgió en España históricamente desde Enfermería y la modificación de 2009 de la Ley del medicamente tuvo a bien incluirla sin tapujos ni condicionamientos. Es curioso, que para aquellos que atacan la competencia prescriptora enfermera parece ser que la Podología, y los podólogos, no suponían un riesgo a su hegemonía. El caso es que más allá del grado enfermero, las especialidades enfermeras reconocidas en las diversas Órdenes SAS incorporan competencias avanzadas en la diagnosis y el abordaje terapéutico de los problemas de cuidados en la clínica en situaciones vitales especiales: un abordaje especializado que incluye la farmacología y productos sanitarios.
Y en esta situación nos encontramos como sociedad actualmente: con unos profesionales formados y legalmente reconocidos, con una población necesitada, y con algunos interesados en bloquear el desarrollo de unos servicios que están afectando a la salud ciudadana: aspirando a mantenerse como firmantes, incluso no presenciales, de lo que otros valoran, diagnostican y cuidan.
La receta, que debería dejar de llamarse receta médica porque hace mucho que no pertenece a un solo colectivo profesional, es un instrumento que se aplica en el tratamiento, con medicamentos y productos sanitarios, de diversos problemas de salud que en lo sanitario se distribuyen según en el ámbito de las competencias respectivas de cada profesión sanitaria: cada una de las profesiones las suyas, de forma coordinada con el foco común de la persona y su salud “sin menoscabo de la competencia, responsabilidad y autonomía propias de los distintos profesionales que intervienen” (tal y como ya se indicaba en la LOPS antes mencionada).
Es hora de que los dirigentes de otras profesiones, diversas asociaciones de otras disciplinas e incluso la patronal de determinados establecimientos sanitarios dejen de menoscabar e intenten intervenir en la autonomía de una profesión, concretamente Enfermería. Una profesión que, por el contrario, viene siendo reconocida en las últimas décadas como la mayor fuerza laboral, como la columna vertebral de los sistemas y como la profesión que puede dar la respuesta a las necesidades y demandas futuras de la sociedad.
Su miedo a nuestro desarrollo, en tanto que puede afectar a su posición de poder, es comprensible: pero están jugando con la salud de la población al retrasar lo que ya debería estar desarrollado.
Es hora de que asuman que mucho ha cambiado.
Hace años que la cronicidad hizo que se pasase de la necesidad social del curar a la necesidad social del cuidar; que los modelos tradicionales de estructura del sistema sanitario quedaron obsoletos: arrastrados por los cambios universitarios, así como por la realidad laboral y el perfil social de los actores profesionales participantes. Hace años que los cuidados, el Cuidado, son parte del conjunto mínimo de datos de los informes clínicos en el Sistema Nacional de Salud, concretamente desde 2013. Hace años que Europa explícitamente reconoció que las enfermeras tienen “competencia para diagnosticar de forma independiente los cuidados de enfermería necesarios utilizando para ello los conocimientos teóricos y clínicos, y para programar, organizar y administrar cuidados de enfermería al tratar a los pacientes sobre la base de los conocimientos y las capacidades adquiridas” lo que incluye la prescripción de fármacos y productos sanitarios incluida la antibioterapia: conveniente sería que algunos leyesen en general y en particular ciertas “directrices de la UE sobre la utilización prudente de antimicrobianos”.
Competencias diagnóstica y terapéuticas Enfermeras que en la práctica y por norma legal se recogen en los informes clínicos mediante diagnósticos, resultados e intervenciones de enfermería con lenguaje propio NANDA-I, NOC y NIC, respectivamente. Precisamente, un lenguaje profesional de reconocimiento nacional e internacional, con estudios y evidencia científica que muestran el valor de la disciplina desde modelos y lenguajes propios. Un lenguaje que incluye entre los criterios de resultado algunos objetivos terapéuticos en relación directa con la enseñanza, autocuidado, conducta de cumplimiento y respuesta a la medicación, y, entre las intervenciones: prescribir medicación, pruebas diagnósticas y tratamientos no farmacológicos, así como la enseñanza acerca de los medicamentos prescritos.
Queda pues, a la luz de todas las evidencias, que Enfermería está construyendo su propia profesión de servicio pensando en el cuidado de la sociedad a la que nos debemos desde la reflexión y el desarrollo constante de las competencias que ya tenemos reconocidas buscando, paso a paso para elevar el nivel de salud de la población y la pronta y ajustada respuesta s sus necesidades, el desarrollo de todo su potencial de desarrollo.
Un desarrollo en el que participan las más cualificadas Especialistas y Doctoras y que dibuja un marco general de futuro donde cada persona reciba la atención precisa y donde el sistema sanitario deje de ser un sistema con una única puerta de entrada: una puerta de entrada cuya gestión que se ha convertido en un cuello de botella empleado por algún otro colectivo para exigir constantes mejoras laborales y retributivas.
No pueden existir ya barreras, ni propias ni ajenas, que frenen el abordaje integral, integrado y completo respecto del cuidado, ya sea desde la diagnosis y tratamiento en la asistencia clínica, la formación en Farmacología del Cuidado, la gestión de los centros sanitarios o el liderazgo en investigación basada en modelos de cuidados y que incluyan medicamentos o productos sanitarios.
Por último, por ser nuestra razón de ser, invitar a la sociedad a reclamar junto con sus enfermeras el freno a los obstáculos para esta profesión: su profesión de cuidadores. Desde el Colegio Oficial de Enfermería de Madrid queremos expresar públicamente una vez más nuestro agradecimiento por la confianza que demuestra la sociedad en las enfermeras y sus cuidados. Como órgano de representación de la profesión nos reafirmamos en nuestro compromiso y deber con la ciudadanía en brindar nuestros mejores cuidados para que sean los resultados en salud, su bienestar y satisfacción con esta profesión enfermera, la que hable del valor de un sistema sanitario basado en una ontología del cuidado. Jorge Andrada. Presidente del Colegio oficial de Enfermería de Madrid
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