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16 feb 2017
El pasado 3 de febrero la enfermera Diana Roig publicó en su Facebook personal una reflexión sobre algunos de los momentos que ha vivido en el trabajo junto a sus pacientes. La carta, que muestra el lado más humano de la profesión, ha conseguido hasta la fecha 38.185 ‘me gustas’, se ha compartido 34.380 veces y ha tenido más de 5.000 comentarios. La enorme difusión ha sorprendido a la enfermera.
Diana Roig ha trabajado en la Unidad Coronaria del Hospital Universitario La Paz y en el servicio de Urgencias de un hospital en Reino Unido. En la actualidad es enfermera en un centro de rehabilitación neurológica. Mientras estudiaba el máster de Urgencias que está cursando, acudieron a su cabeza una serie de recuerdos sobre experiencias vividas con pacientes y familiares y decidió plasmarlos en un post de Facebook (que puedes leer al final del artículo) que ha sido muy difundido en redes sociales y medios de comunicación en la última semana.
Para Roig ser enfermera supone “dar por hecho que, sin conocer de nada a una persona, vas a hacer lo posible para ayudarle en cuanto entre por la puerta del hospital, para que esté más cómodo, para que no le duela y para que se recupere”. Eso es precisamente lo mejor de la profesión: “Creas vínculos con pacientes que no conoces y con su familia”, además de “tener la satisfacción de ayudar con pequeños gestos”, considera Diana Roig. Señala como negativo “que a veces no puedes evitar su sufrimiento, que no se recuperan como nos gustaría” e incluso fallecen y esos momentos llegan a ser frustrantes. Enfermería es una profesión muy sacrificada también. Para la autora de la carta, las guardias son duras y las Navidades u otras fechas señaladas “tienes que estar en el hospital y no con tu familia”.
Sin embargo en esta bella profesión, compensan los momentos inestimables que se viven. Como uno de los que señala la enfermera en su escrito: “Me he quedado sentada contigo cuando sacaba dos minutos de mi tiempo para ayudarte a poner el canal que me pedías. Me he quedado casi tumbada en tu pecho acompañándote un ratito a ver esa peli que tanto te gusta”. Se trataba de un paciente con síndrome de cautiverio que se comunicaba con los profesionales mediante un ordenador, según cuenta la enfermera. “Estaba tetrapléjico, no se podía mover, pero su cabeza estaba perfecta. Se pasaba todo el día viendo películas y un día me quedé un rato con él como si estuviera viendo una peli con mi padre. Fue un momento muy bonito”.
Roig confiesa que cuando publicó la carta “no esperaba una repercusión tan grande”. Considera que tan solo ha escrito algo que todas las enfermeras han vivido y sentido. “En los comentarios me han dicho que ojalá todos los profesionales fueran como yo y tuvieran mi empatía. Pero yo creo todas la tenemos. Si no, no seríamos enfermeras. Todas sentimos esa conexión con el paciente, con el familiar… Forma parte de ser enfermera”.Otro de los comentarios que más le han llamado la atención a Diana Roig es el de una persona ajena a la profesión que manifestó que no sabía qué era una enfermera ni que se crearan esos vínculos hasta que leyó esa publicación. “Hace falta visibilidad. No todo el mundo sabe a qué nos dedicamos ni que es una profesión que requiere de mucha vocación”, concluye la enfermera.
A continuación, reproducimos íntegro el post que Diana Roig publicó en su perfil de Facebook:
“Como enfermera me he metido la bolsa de sangre que te iba a trasfundir dentro de mi uniforme, para calentarla con mi cuerpo y no provocarte una hipotermia.
Como enfermera he visto tus lágrimas al abrazar por primera vez a tu bebé prematuro.
Te he visto llorar cuando has perdido a tu bebé de 2 meses.
Te he visto coger el primer aliento después de salir del coma y he reconocido cuando estabas dejando de respirar.
Como enfermera he visto a tus hijos desesperados porque no les reconocías y he reído contigo cuando me decías que qué cambiado estaba el mundo.
Me has querido emparentar con tu nieto y me has dado bombones. Me has preguntado que cuándo descansaba y qué hacía trabajando a esas horas en navidad.
Me he quedado sentada contigo cuando sacaba dos minutos de mi tiempo para ayudarte a poner el canal que me pedías. Me he quedado casi tumbada en tu pecho acompañándote un ratito a ver esa peli que tanto te gusta.
Como enfermera te he pinchado más veces de la cuenta y veías en mi cara que me dolía tanto como a ti hacerte daño. Como enfermera no he podido evitar tu sufrimiento y he tenido que tragar saliva cuando te marchabas.
Me ha tocado darte la mano cuando te daban malas noticias, y me ha tocado darle las malas noticias a tus hijos por teléfono.
He tenido que curar las heridas que te provocaba estar en cama durante meses y he visto como cerraban.
He visto también como te salían heridas nuevas.
Como enfermera he corrido por el pasillo cuando he visto en el monitor que tu corazón se estaba apagando, y te he ayudado a respirar con diversos aparatajes.
Como enfermera me ha tocado calentarte el café y ayudarte a comer, también me ha tocado parar porque te estabas ahogando.
Tu familia me ha visto mirarte cuando estabas inconsciente y tu me has escuchado contarte que había sido un día duro a pesar de que tuvieras los ojos cerrados.
Me he equivocado con tu medicación y me he pinchado con tu aguja.
Me he tenido que salir de la habitación cuando tu marido lloraba al perderte porque no podía contener las lágrimas, y me has visto despedirte y desearte suerte al alta hospitalaria.
Te he enseñado a ti y a tu familia cómo cuidarte cuando estés en casa y pequeños consejos para hacerte la vida más llevadera cuando no estés en el hospital.
Me has oído mil veces decirte que dejes de fumar y al final del día he pensado en ti en mi casa, en cómo estarás... en si estarás mejor.
Como enfermera he hecho de tu viaje el mío y tú eres cada parte de mi día.
Gracias a ti soy enfermera”.
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