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28 feb 2024
Actualidad
El enfermero madrileño Daniel Almagro explica cómo es la experiencia de acoger a personas vulnerables que además padecen enfermedades de salud mental.
Daniel Almagro es enfermero en el Hospital Clínico San Carlos y, además, presidente de la ONG Abraza África desde donde llevan ya más de 10 años acogiendo personas vulnerables y haciendo comunidad de convivencia permanente con ellos.
Hace tres años decidieron ir incluyendo entre los acogidos a personas con trastorno mental, encontrándose así con una serie de retos asociados a la salud mental que tuvieron que ir poco a poco superando.
Daniel (en la imagen inferior) ha contado su experiencia en este texto:
Sólo es necesario darse una vuelta por cualquier gran ciudad para verlos en bancos, soportales o quizás sobre unos cartones en mitad de la acera. Pero pocos son los que se acercan a estas realidades tan duras y quienes lo hacen, enseguida se pueden dar cuenta de la gran necesidad de estas personas y a su vez de la imposibilidad de abordaje de unos casos tan complejos y deteriorados en la mayoría de la ocasiones. Dejándolos por imposible o ayudando de una forma muy básica o errada, ya que en muchas ocasiones es el mismo individuo el que aparentemente no desea ser ayudado, a no ser que sea la ayuda que el mismo exige, por lo general para poder sobrevivir en lo básico para ellos, que es el consumo que, por un lado les seda y por otro acelera su degradación.
Esto es lo que les espera a la mayoría de personas que están en situación de calle y además padecen alguna enfermedad mental y si no la padecen, el vivir en la calle degenera la salud mental de cualquier ser humano.
Esto es muy aceptado por la gente que pasa de largo sin más, sin mirar, como si no existieran. A nivel político e institucional los recursos existentes no pueden dar respuesta a esta realidad y esto los deja a merced de su enfermedad y la dureza de la calle, algo que parece que está asumido por la mayoría, pues si pensamos que todas estas personas con enfermedad mental deberían estar protegidas y cuidadas en lugares adecuados, aunque en un principio no sea de forma voluntaria, pues su enfermedad, en ocasiones no les permite tomar decisiones con verdadera libertad sobretodo, en personas con patología dual.
Conocedores de esta realidad, nuestra comunidad llamada Misión Emmanuel, decidió hace ya tres años incluir personas con trastorno mental de forma progresiva entre nuestros acogidos en el ‘proyecto Abraza’ de nuestra ONG Abraza África, donde llevamos casi diez años acogiendo personas vulnerables y haciendo comunidad de convivencia permanente con ellos. Esto quiere decir que vivimos juntos pero no revueltos, pues vivimos en diferentes casas, aunque estén adosadas. Una para familias, otra para hombres, otra para mujeres y otra para la comunidad, que está formada por una persona soltera que vendrá a vivir próximamente a la comunidad y una familia de nueve miembros que es la mía.
Complementándose con los amigos de la misión, que son voluntarios con mayor o menor responsabilidad en la comunidad. La primera persona con enfermedad mental nos llegó derivada de un hospital psiquiátrico y el abordaje fue muy intenso pues decidimos no hacer diferencias entre los acogidos a nivel de normas y horarios, a no ser que tuviera algún tipo de crisis o empeoramiento de su enfermedad. Nos tocó hacer un seguimiento más exhaustivo, algo que solo sirvió para agobiarnos y que el acogido se sintiera algo más presionado a la hora de hacer las tareas de mantenimiento de la casa como la limpieza, pues si él lo veía limpio decidía no limpiar o cosas por el estilo. Decidimos darle más flexibilidad y no insistir tanto en ello, cosa que no sentó muy bien a los compañeros que sí hacían las tareas de la casa de acogida, autogestionando ellos mismos prácticamente todo.
Tenemos los horarios de entrada y salida o de apertura de puerta de las habitaciones excepto para las familias con niños. Todo esto es bueno pues les ayuda a la organización de sus vidas, aunque también tenga una carga importante para ellos. Pero progresivamente se fue haciendo el milagro y es que tras un tiempo fueron los propios compañeros los que por un lado, amortiguaban las repercusiones de la hipoactividad de la persona con enfermedad mental y por otro lado le animaban a participar en las tareas cotidianas de la casa.
Poco a poco hemos podido mejorar nuestro acompañamiento a estas personas, a la vez que veíamos lo beneficioso que era el que los acogidos sin patología mental cuidasen o al menos respetaran a los que sí la tenían. Todo esto en un marco de vulnerabilidad importante de todos ellos, por encontrarse normalmente en un país que no es el suyo, con culturas diferentes y muchos de ellos en situación irregular, sin poder trabajar etc... Esto quizás sea lo que les hace comprender mejor a las personas con este tipo de patología.
No podemos negar que se han producido conflictos entre unos y otros pero todos han podido ser resueltos tras nuestra intervención, haciendo ver al resto de acogidos la naturaleza de este tipo de enfermedad. También hemos tenido que hacer algún ingreso corto en psiquiatría de un acogido o alguna intervención con el equipo de calle del hospital Clínico, donde yo trabajo, para adecuar la medicación, hasta que hemos podido incluir a todos en el sistema de salud, con sus revisiones con el psiquiatra. A estas solemos acompañarles para completar la información sobre el paciente a los compañeros de las consultas de psiquiatría.
Los perfiles de personas acogidas con patología psiquiátrica en nuestro proyecto han sido personas en situación de calle, española o extranjero, en un estado estable de su enfermedad con una ligera recaída con patología diversa, como trastorno bipolar, trastorno esquizoafectivo, depresión etc... En todos los casos el paciente ha mejorado y mayoritariamente ha podido desarrollar las habilidades necesarias para su autonomía, aunque habría que exceptuar a los paciente con patología dual, que aunque todos mejoraron en su paso por nuestra comunidad, en su mayoría no terminaron el proceso deshabituación completa, pues es un proceso largo en el que la persona instala definitivamente en el no consumo, normaliza totalmente su funcionamiento psicosocial, con unos hábitos saludables, también gracias al acompañamiento por parte del psiquiatra y trabajadora social de nuestro centro de referencia en la Atención a las Adicciones (CAID) y asistencia semanalmente a la asociación NA (narcóticos anónimos), tan acogedores y auténticos en su vivir compartiendo y su lema del sólo por hoy. Ellos quizás porque este proceso es largo y por la situación de emergencia social en la que se encuentran nuestros acogidos, suelen priorizar la salida de esta situación de calle y querer ayudar a sus familias económicamente, antes que las visitas al CAID.
Cuando uno es consumidor de THC o alcohol siempre tiene que estar alerta y las dificultades para ellos son muy fuertes, suelen recaer. Tampoco podemos obviar nuestras limitaciones al respecto, ya que no disponemos de una infraestructura material ni humana, que asegure el control exhaustivo necesario para las personas con problemas de adicción.
Normalmente, si tenemos 20 acogidos, solo cuatro como mucho tenían patología mental, ya que si no sería complicado el manejo en una comunidad como la nuestra.
La cotidianidad y la convivencia ordenada juntos con las continuas actividades y el acompañamiento han hecho que este tipo de acogidos hayan podido en su gran mayoría crear unos lazos terapéuticos con el resto de la comunidad y con los responsables del proyecto, los cuales todos tenemos experiencia laboral en diferentes unidades de psiquiatría y que gracias a esta experiencia podemos dar respuesta a la mayor parte de necesidades de estas personas, o gestionar su medicación en coordinación con su psiquiatra.
Aún con todas las intervenciones y adaptaciones del proyecto hacia estas personas, en la realidad cotidiana no se aprecian diferencias entre unos y otros, viviendo justo con ellos con total normalidad, algo que todos perciben, sobre todo ellos, pudiendo ser como lo que son "personas" con todo lo bueno pese a su enfermedad. Esta misma normalización y sus frutos, nos animan a seguir y a insistir en la gran oportunidad que es al abrazar a estas personas que sufren exclusión por duplicado.
Nos ponemos a disposición de las instituciones, o cualquier persona que quiera participar en la inclusión de los vulnerables entre los vulnerables para apoyarles en la estructuración de diferentes proyectos para la inclusión y/o convivencia con personas con trastorno mental.
Sobre todo lo que se hace de extrema necesidad es el de crear un proyecto que de respuesta de emergencia a todas las personas en situación de calle con este tipo de trastorno de la salud, para ello se hace imprescindible un nuevo sistema de cribado e intervención dirigido donde se asegure que ninguna persona con trastorno mental continúe en situación de calle.
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