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28 nov 2024
Acciones del Colegio
Enfermeras expertas en Trastornos de la Conducta Alimentaria analizan sus causas, alertan de los síntomas más frecuentes y reflexionan sobre el componente de género que conllevan.
Como cada 30 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la lucha contra los trastornos de conducta alimentaria (TCA) con el objetivo de visibilizar estas enfermedades de origen psicológico caracterizadas por el desarrollo de actitudes, comportamientos y estrategias alimentarias disfuncionales y nocivas (restrictivas, obsesivas, obsesivo-compulsivas, compulsivas…) que, generalmente, nacen del deseo de modificar/dominar la propia corporalidad en aras de obtener un mayor control, satisfacción o aceptación (propia y externa).
Se trata de un problema de salud mental que aparece con más frecuencia en la adolescencia (se calcula que entre un 4,1% y un 4,5% de los jóvenes entre los 12 y los 21 años sufre un TCA) debido a la mayor vulnerabilidad que presentan las personas en esta etapa de la vida, en la que se está formando su identidad y se producen cambios corporales importantes. El papel de Enfermería se considera fundamental en la detección, abordaje y cuidados de las personas que lo sufren, así como en la atención a su entorno. “El problema, además de ese desequilibrio nutricional que va a generar el trastorno de la conducta alimentaria, radica en que para que la persona pueda satisfacer todas las reglas que su trastorno de la conducta alimentaria le impone alrededor de cuerpo y alimentos, abandona absolutamente todas las partes de su vida”, alerta Daniel Baldó (en la imagen a la izquierda), doctor, enfermero y CEO de Plan D Salud.
“Eso, en terminología enfermera, [añade Daniel] vamos a decir que la persona tiende a adoptar conductas de riesgo, se observa una autogestión ineficaz de la salud, aparecen alteraciones en el sueño por exceso o por defecto, la persona va a tener problemas para realizar actividad física, hay una alteración del patrón sexual, puede haber una alteración del patrón intestinal… es decir, todas las necesidades de salud, todos los patrones funcionales de salud, acaban alterándose. Además, hay aislamiento, un deterioro de los patrones de pensamiento, etc.”.
Conscientes de la gravedad de estas alteraciones, en el Hospital Santa Cristina cuentan con una Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria que ofrece cuidados enfermeros integrales con calidad científica orientados tanto al paciente como a su familia, para que logren el mayor grado de autonomía. En su Hospital de Día, los pacientes son atendidos por un equipo multidisciplinar, con un trabajo coordinado y conjunto de todos los miembros del equipo de Enfermería, nutrición y terapia ocupacional, junto a profesionales de la especialidad psiquiátrica y psicología. El equipo de Enfermería realiza un abordaje biopsicosocial, teniendo entre sus intervenciones sesiones de educación para la salud, grupos de relajación, hábitos alimentarios, habilidades sociales, imagen corporal, autoestima... entre otros aspectos clave. Pero además de todo ello, el papel de sus enfermeras va más allá de su propio centro hospitalario. “Nosotros ya nos encontramos con el problema porque estamos atendiendo a pacientes que ya están diagnosticados. ¿Qué hacemos para ayudar a esa prevención? Hacemos formación a las enfermeras por ejemplo de los centros de salud para saber cuándo le llega un potencial paciente, saber cómo tiene que actuar a dónde tiene que dirigirse; también en las escuelas, cómo tienen que manejar eso para que puedan detectarlo”. Así lo explica Ascensión González, supervisora de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Santa Cristina, quien además destaca que las intervenciones enfermeras no acaban con los pacientes, sino que se extienden a sus familias. “Necesitamos su colaboración, pero al mismo tiempo también los entendemos como una parte afectada, porque hay ocasiones en las que no comprenden por qué ocurre todo esto. El apoyo no consiste únicamente en ayudar a cuidar a la persona enferma, sino también en cuidarlos a ellos, permitiéndoles entender que no tienen la culpa. Cuando aparece este tipo de enfermedad, no deben culparse por lo que sucede. Por eso, desde Enfermería trabajamos en el cuidado tanto del paciente como de su entorno familiar”.
Al igual que las causas de los TCA son múltiples, los síntomas también pueden ser variables dependiendo del tipo de TCA pero Ascensión (en la imagen a la derecha) destaca algunos de los más frecuentes. “Por ejemplo en la anorexia suelen ser personas como muy exigentes consigo mismas que de pronto no quieren hacer comidas familiares que no quieran que estén presentes otras personas cuando están comiendo, que empiezan a perder peso, que se les ve que va perdiendo peso, suele haber una relación de algo traumático o alguna situación de estrés grande que relacione ese comienzo de este trastorno; y en el caso de la bulimia como es más relacionado con atracones puede verse que a lo mejor yo he hecho la compra y va disminuyendo la cantidad de comida que tengo disponible porque te encuentras a lo mejor envoltorios por ahí, o hacen comidas a escondidas”. Sin embargo, esos síntomas pueden ser diferentes en hombres, tal y como advierte Daniel Baldó. “En el caso de los hombres, debemos saber que los signos de alarma y la caracterización de los síntomas son absolutamente diferentes, porque la atención a la figura corporal se centra en la parte superior del cuerpo, no en la inferior; no buscan figuras delgadas, sino musculadas; el mecanismo principal de control del cuerpo es el ejercicio físico, que suelen practicar de forma compulsiva; y la obsesión por los alimentos busca incrementar el rendimiento y el desarollo muscular”. Y añade más datos, como por ejemplo identificar también poblaciones de riesgo “como la comunidad LGTBIQ+”, y por tanto avisa de que deben poner atención en eso aspecto. “En general va a ser una persona que está muy preocupada por su figura corporal y que, generalmente, va a tener un discurso de mucho control sobre el cuerpo, el ejercicio físico y la alimentación. Sin embargo, si no estamos sensibilizados, puede que nos pase desapercibido porque los hombres persiguen figuras corporales que parece que no entrañan riesgo para la vida, que están muy normalizadas y que, además, es la que como hombre se espera de ti”. Todo ello, según explica, hace que “la conducta alimentaria que desarrollan es una conducta alimentaria casi ‘deseable’ por todos y que desde fuera no llama la atención. Al contrario, lo que se hace es alabarle: ‘uy este chico cuánto deporte hace, qué bien come, es que no se salta las reglas ni un día, es que lo hace fenomenal, qué fuerza de voluntad’. Y a lo mejor detrás de esto hay un desorden alimentario”.
Tanto Ascensión como Daniel aseguran que son múltiples las causas de los TCA pero hay un factor, el social, que sobresale por encima del resto, como indica Daniel.
“Yo creo que hay un factor social importantísimo. Siempre que hablo de trastornos de la conducta alimentaria cuando doy formaciones, digo que todos somos víctimas y todos somos cómplices porque todos formamos parte de la sociedad y el factor social es absolutamente relevante. De hecho, el factor social es una condición necesaria, es decir, podemos hablar de que existe cierta predisposición genética y que hay una explicación desde la personalidad que es parcialmente heredada y parcialmente adquirida, pero la mayor explicación es que existe un estereotipo estético idealizado (el que nosotros asociamos con control, éxito, inteligencia, poder, atractivo sexual…) y un estereotipo estético que está absolutamente estigmatizado y vapuleado (que son las figuras grandes, las personas gordas que están absolutamente estigmatizadas en la sociedad, a las que erróneamente, de forma sistemática, les atribuimos conductas insanas y valores negativos desde un punto de vista moral”. Y añade: “como la hemos cargado de un valor moral negativo, la hemos cargado de una connotación muy negativa, todos vamos a querer huir de esa figura corporal para acercarnos a la otra porque es la que simboliza ese éxito, esa inteligencia, ese poder…y, por tanto, creemos que va a ser un pase VIP a la hora de vivir nuestra vida, por decirlo de alguna manera”.
Y añade que como “la hemos cargado de un valor moral negativo, la hemos cargado de una connotación muy negativa, por tanto todos vamos a querer huir de esa figura corporal para acercarnos a la otra, porque es la que simboliza ese éxito, esa inteligencia, ese poder, y creemos que va a ser un pase VIP a la hora de vivir nuestra vida, por decirlo de alguna manera”. Para Ascensión González, quien sigue también en esta línea, “la sociedad al final nos hace que busquemos esa seguridad en cómo el cuerpo, o sea, vemos el perfil de una persona a la que su cuerpo está bien, todo le va fenomenal, entonces yo quiero como seguridad en mí misma ver que parecerme a esa persona voy a conseguir ese éxito, voy a estar bien”. Y alerta en relación con las redes sociales y páginas webs que ofrecen “una idea equivocada de lo que es la felicidad y lo que es el ideal, el que una persona esté delgada no quiere decir que siempre vayan a ser la perfección, pero cuando no tenemos esos niveles de poder controlar a lo mejor la ansiedad, el estrés, y lo único que nos hace es, bueno, puedo controlar el peso para sentirme bien porque yo veo que la otra persona que está delgada tiene éxito o es perfecta”.
Aunque estas alteraciones de la conducta alimentaria afectan principalmente a mujeres adolescentes o jóvenes adultas (así lo certifica en base a su experiencia Ascensión González), también lo hacen a los hombres. Bien lo sabe el propio Daniel Baldó, cuya tesis doctoral se dedicó precisamente a arrojar luz sobre tan desconocido campo. Según los datos que él mismo maneja, estos trastornos en hombres solo representan el 10% del total de trastornos de la conducta alimentaria pero se trata de una cifra que hay que tomarse con ciertas reservas. Y explica por qué: “La mayor parte de estudios de prevalencia se están centrando en anorexia, bulimia y trastorno por atracón, y resulta que la mayor parte de los trastornos de la conducta alimentaria en hombres son trastornos de la conducta alimentaria no especificados, porque tienen características diferentes a las típicas”. Y reconoce que es un tema tabú ya que “por estereotipo de género, al hombre se le ha permitido ser menos emocional. Así, aunque en algún momento se diese cuenta de que tiene un trastorno de la conducta alimentaria, un desorden alimentario o algún problema con su corporalidad, no lo va a decir”. Pero no es la única causa, pues también podemos añadir el estrés. “Los estudios nos dicen que los hombres tenemos menor capacidad para gestionar nuestras emociones. Es decir, por lo que sea, parece que tenemos menos habilidades para expresar y trabajarnos a nivel emocional. Eso se traduce en un mayor estrés no resuelto y el estrés es un factor de riesgo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria”. Para finalizar, Daniel explica que “los trastornos de la conducta alimentaria se han considerado algo típicamente de mujeres”, una afirmación cargada de ideología de género reconoce. “Parece que como es una tontería, un caprichito con el cuerpo, una cosita de comida, el hombre ‘fuerte e inteligente’ no puede desarrollarlo, pues es una cosa ‘más de niñas’”.
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